«Así es la vida de quienes trabajan en obras viales, construyendo caminos, controlando que queden en las mejores condiciones, cautelando que la flora y fauna sean protegidas y que las comunidades aledañas tengan verdaderos beneficios.«
Cada día que salimos de nuestras casas, donde estamos probablemente un poco más seguros, no sabemos si vamos a regresar, los riesgos están en todas partes, pero mucho más cuando el trabajo está alineado con las rutas terrestres.
Nuestra geografía tiene caminos serpenteantes, que suben y bajan por los peldaños de los pisos ecológicos, y nos nutren la mirada con los paisajes desérticos o más poblados con algo de color verde, que nos genera agradecimiento por su existencia.
Así es la vida de quienes trabajan en obras viales, construyendo caminos, controlando que queden en las mejores condiciones, cautelando que la flora y fauna sean protegidas y que las comunidades aledañas tengan verdaderos beneficios.
A veces los costos son altos, porque perder la vida al salir a trabajar en la construcción de caminos, es quizás mucho más factible que ir a sentarse a una oficina. Y en la región, y en todos lados, hay muchas personas que laboran en este contexto, y hoy algunos ya no están.
En menos de 15 días, dos accidentes que se conectan, han cobrado la vida de un funcionario de la Constructora Fénix, don Óscar Barrientos Monsalves el 20 de septiembre, cuyo fin lo encontró en una hondonada camino a Codpa, cerca de tres mil metros de altura, en la ruta que muchos transitan a diario.
Y ayer, 2 de octubre, la muerte inesperada de Sergio Díaz, funcionario de vialidad, en la Ruta 5 Norte, cuesta de Acha, conocido por tantos lugareños de las alturas, donde asistía a las reuniones para dar a conocer los proyectos en ejecución.
Y el resto del mundo, sus familias, compañeros de trabajo, cercanos y conocidos circunstanciales, quedaron detenidos en el tiempo, con dolor pegado en la memoria y en el alma, porque ya no hay nada que hacer, más que recordar cada momento vivido, bueno o malo, pero sin indiferencia ante la ausencia definitiva de alguien que tuviste alguna vez al lado tuyo.
La muerte inesperada es lapidaria, en un segundo te despides de lo que sabías que era la vida, dejando una estela infinita de reflexiones en quienes sobreviven a este ciclo final.
Mucho que pensar, en cada acción que tenemos a diario, en cada sonrisa que evitamos, en cada abrazo que no damos, en nuestras mezquindades, orgullos mal entendidos, poca capacidad para perdonar los errores ajenos, y nutrido afán por denostar, por culpar al otro, por buscar excusas en un tercero para no asumir nuestras responsabilidades.
¿Qué nos queda? Seguir luchando por ser felices, porque tenemos la posibilidad aún mientras respiremos, sin tanta queja, con más gratitud, dejando huellas bonitas, porque nos vamos a otro espacio en un segundo y cuando menos lo esperamos.
La vida aquí y ahora, el pasado solo para agradecer la experiencia, el presente para vivirlo a concho y el futuro como idea de continuidad en los recuerdos de quienes nos lograron amar, detestar, envidiar, desear, no importa el sentir, pero en alguna parte quedaremos hasta que el recuerdo se borre.
Adiós, a quienes tomaron ese camino final y sin regreso. QEPD.
Fuente: El Morrocotudo.cl